¡Qué grande está la luna! Lindo el cielo azul. Hace calor/frío/sol/hambre. Hacemos observaciones de cosas evidentes. Todo el tiempo. Como si necesitáramos partir del mínimo en común para establecer una relación con alguien desconocido: si los dos sentimos calor, en algo coincidimos y ya podemos hablar.
Pero también creo que nos sirve para sentar claridad en las relaciones. Porque no siempre lo que es obvio para mí, lo miran los demás. Sobre todo en cuestión de cosas internas. Uno de adulto ya tiene años de hacerse el fuerte y no demostrar emociones. Uno no se enoja, no llora, no ríe fuerte. Todo debe ser mesurado.
Así, ¿cómo pretendemos que nos entiendan qué sentimos? Sólo sería obvio si lo manifestáramos. Y a veces ni así. Porque uno puede estar llorando sin explicar por qué.
Es bueno verbalizar lo que nos parece evidente. Para entendernos y dejarnos entender. El permitir que alguien nos conozca es la última aventura de suspenso de nosotros los adultos que llevamos encima tantas máscaras como golpes hayamos recibido.
Quitárselas y hacerse obvio, sin que eso sea una confrontación, si no la simple afirmación de una esencia es la razón por la que uno va a terapia. Porque el primer lugar en el que cuesta hacer eso es cuando se tiene que ver uno. Y gustarse.
Hoy hace calor.