A veces hay que decir lo obvio

¡Qué grande está la luna! Lindo el cielo azul. Hace calor/frío/sol/hambre. Hacemos observaciones de cosas evidentes. Todo el tiempo. Como si necesitáramos partir del mínimo en común para establecer una relación con alguien desconocido: si los dos sentimos calor, en algo coincidimos y ya podemos hablar.

Pero también creo que nos sirve para sentar claridad en las relaciones. Porque no siempre lo que es obvio para mí, lo miran los demás. Sobre todo en cuestión de cosas internas. Uno de adulto ya tiene años de hacerse el fuerte y no demostrar emociones. Uno no se enoja, no llora, no ríe fuerte. Todo debe ser mesurado.

Así, ¿cómo pretendemos que nos entiendan qué sentimos? Sólo sería obvio si lo manifestáramos. Y a veces ni así. Porque uno puede estar llorando sin explicar por qué.

Es bueno verbalizar lo que nos parece evidente. Para entendernos y dejarnos entender. El permitir que alguien nos conozca es la última aventura de suspenso de nosotros los adultos que llevamos encima tantas máscaras como golpes hayamos recibido.

Quitárselas y hacerse obvio, sin que eso sea una confrontación, si no la simple afirmación de una esencia es la razón por la que uno va a terapia. Porque el primer lugar en el que cuesta hacer eso es cuando se tiene que ver uno. Y gustarse.

Hoy hace calor.

Costumbres

Desde el colegio, nunca me he sentido juzgada por mi apariencia. Me ha tocado, como a todas, empujar contra la resistencia de hombres mayores cuando les digo qué hacer en cuestiones profesionales. Pero mi experiencia ha sido muy benévola y me he llenado de historias divertidas, no de terror. He tenido el privilegio de sentirme cómoda entre una diversidad de personas de todas clases. O sea, vivo en una burbuja.

Lo cual hace tanto más shoqueante encontrarme con un grupo de personas que pretendan verme de menos por el idioma que hablo. Recientemente, en ocasión de unas vacaciones, me vi rodeada de gente con el prejuicio grabado en la cara. Más que indignarme, me dio risa.

Juzgarse mejor que otro por cosas externas que no se sostienen luego de la menor y más superficial investigación es absurdo. No lo entiendo. Es cerrarse a conocer cosas nuevas. No pasar de comer lo mismo. Dejar el mundo en pequeñito.

Pobres. En serio. Y no hablo de no querer interactuar con extraños. Pocas personas tan hurañas como yo. Pero soy democrática. Me pasa con todo el mundo. Y cuando quiero hablo con todo el mundo. Hasta con grupos de ignorantes pretenciosos que ponen cara de asombro cuando descubren que hablo mejor que ellos su idioma. Y tres más.