Mis hijos son todo lo independiente que pueden ser adolescentes a quienes se les mantiene, lava la ropa y cocina en una casa. No es que puedan salir a la calle y ganarse su sustento, pero toman decisiones por sí mismos y se cocinan lo que encuentran en la refri. Digamos que, por el momento, no lo hacen mal. Tampoco están pegados conmigo para todo. Aunque eso a veces me da un poco de tristeza porque recuerdo a mis bodoques conmigo todo el tiempo, entiendo que es lo que debe suceder.
Uno de papá tiene el encargo más complicado del mundo: criar, cuidar, proteger, educar, estar, para personas a las que uno está preparando para estar solas en el mundo. Y es súper difícil esa mezcla de dejarlos hacer sus cosas y querer que nunca se lastimen. Imposible. Lo segundo. Porque la vida siempre tiene espinas y quitárselas para que agarren sólo las flores es un trabajo inútil. La siguiente vez el pinchazo va a ser aún mayor, con peores consecuencias.
Estoy viendo una serie que comencé a ver con el Canche y luego con la Nena y ahora sola, porque los dos ya la vieron por su lado. Me gustaría que me acompañaran. Pero no me molesta que podamos hacerlo cada uno solo y luego hablar. Seguramente he metido espantosamente las patas en su crianza. Menos mal para eso están los psicólogos. Pero también lo he hecho con el mayor de los amores, dedicación y auto disciplina para no pegarme demasiado a ellos. El mejor de los trabajos.
