Una vida aburrida

Tendemos a equiparar lo calmado con lo aburrido y por eso dinamitamos nuestra comodidad. Estamos tranquilos en nuestra casa, donde lo tenemos todo y salimos a buscar algo distinto. Eso lo veo sobre todo ahora en mis hijos, que no se están quietos y siempre quieren hacer algo distinto de lo que tienen en frente.

El ser humano oscila entre la necesidad de estar seguro y el deseo de aventurarse. Si no fuera por esas dos fuerzas opuestas, pero iguales, no habríamos poblado el mundo ni dejado moradas por donde pasamos. Es por eso también que, tontamente, cambiamos lo que conocemos y nos tiene bien, por el rumor de algo más interesante. Hace poco leía que a veces confundimos la incertidumbre en una relación con emoción y por eso nos quedamos en situaciones que no nos convienen, pero nos alborotan.

A mí me gusta ponerle emoción a mi vida aburrida. No es lo más aventurero, pero es lo más rico.

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