Mis días están llenos de cosas. Así igual la vida. Y, cuando no hago nada, me siento culpable. Como si tuviera que justificar mi existencia con una tarea completada.
Es un sentimiento moderno, tal vez porque tenemos más tiempo disponible sin oficio, pero menos ocasión de no tener distracciones. La gente pre modernidad tenía horas enteras sin ruido. Ahora no pasamos un minuto sin llenar nuestro cerebro de estímulo. Parecemos en perpetuo movimiento, aunque no logremos nada.
Voy a instituir una tarde a la semana sin externalidades. A ver cuántos minutos aguanto sin levantarme a planchar.
