Usar máscara

Estoy dándome gusto arreglando los muebles viejos que tenía mal usados. Lo primero que me compré para lijar y pintar y barnizar fueron guantes, lentes y máscara. No quiero dejar los pulmones de premio por remozar una librera. Es incómodo usar algo encima de la nariz y boca. Mientras uno se acostumbra, se siente como si se estuviera ahogando, pero luego recuerda que es para no morir más rápido, le hace ganas y ya ni se entera que está.

Hay situaciones y personas (sobre todo personas), que dan el mismo nivel de toxicidad. Esa pobre gente que despide gases emocionales tan nocivos, como los de cualquier deshecho químico. Lo cual no es un problema generalmente, pues la solución es tan sencilla como largarse en la dirección contraria lo más rápido posible. La cosa se complica cuando se trata de gente a la que uno quiere, con la que se trata de llevar una relación. Peor aún si esa persona es encantadora con uno y perra con la demás gente. ¿Qué hacer?

No siempre podemos alejarnos por completo. Si se trata de un jefe, un profesor o un pariente al que vamos a tener que ver con cierta frecuencia, querramos o no, hay que idear mecanismos de defensa. Como una máscara. Cualquier cosa con la que nos podamos proteger del contacto dañino, pero que nos permita disfrutar con ciertas precauciones de la compañía.

Al fin y al cabo, uno determina hasta dónde se quiere exponer.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.