Una noche sin dormir

En el último año he pasado varias noches sin dormir, despierta con la angustia de compañera y la impotencia agujereándome el espíritu. Anoche tampoco dormí. Y fue una noche feliz. Se quedaron los amigos de mi hijo a celebrar su cumpleaños, ocho seres humanos al borde del cambio, ninguno niño y ninguno adolescente. Cuerpos en crecimiento con risas fáciles y voces medio adultas.

No durmieron. Se la pasaron hablando, gritando, despiertos porque podían. Comieron desayuno sentados en el comedor, porque yo les dije y me hicieron caso. Es una belleza verlos en ese “casi”. Casi inocentes, casi adolescentes. Aún se les mira la dulzura en los ojos, aunque ya no huelan a bebés.

Ver crecer a mis cachorros me llena de sensación de tiempo. Del que miro cómo los transforma a ellos y del que siento atravesarme a mí.

Anoche no dormí y estuvo bien.

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