He pasado el domingo entero existiendo solamente. Es una sensación casi meditativa esta de no tener nada qué hacer ni lugar a dónde ir. El único destino la cocina y la única meta respirar. No es que no me guste la actividad de siempre, pero es una delicia salirse de ese corre-corre de vez en cuando.
Se nos olvida para qué hacemos lo que hacemos. Nos perdemos en el trajín. Claro que hay que ocuparse, nada peor que una vida desperdiciada. Y eso se debe combinar con el momento de pausa.
Hoy no hice nada. Mañana regreso a la rueda. Espero que sí avance.