La constancia es mi estado favorito. Una vez meto cosas en mi rutina, cuesta que salgan. Se quedan pegadas a mí, o integradas por completo y después de eso no me gusta que dejen de estar. Me pasa con las cosas qué hacer en el día y con las personas.
Por eso tengo relaciones tan largas. Y, también por eso, me cuesta tanto cuando la gente se va.