Tenía antojo de papas horneadas con carne, queso y crema. Debieron haberme quedado ricas, pero no tanto. Y me cae mal cuando eso pasa, porque soy yo la que cocino y debería gustarme.
A veces tenemos ideas tan fijas de cómo deben ser las cosas, que, aunque el resultado sea mejor, si es diferente no nos gusta. Las expectativas rígidas son obstáculos muy jodidos y no son saludables. Claro que hay que tener un faro al qué apuntarle, pero la ruta no siempre es predecible y hay que poder adaptarse.
A todos les gustó el almuerzo hoy. Menos a mí. Tal vez la próxima quede como yo quería. O no, y no me importe.