Siempre estamos al borde de algo

Hoy cumple años mi niño. Doce. Como con todo, nos gusta poner límites algo artificiales acerca de hitos de crecimiento: la adolescencia comienza a los 13, por ejemplo. Le digo «todavía eres mi niño» y se sonríe, con un barro en la barbilla y pelos asomándose entre su piel suave. Yo miro al bebé que arrullaba en un brazo mientras comía y se me traslapa con ese cachorro de elefante que ya casi es de mi tamaño.

Las líneas que nos trazamos para poder decir «la pasé» sirven para fijarnos. Muchas veces estamos tan distraídos viendo hacia delante que se nos pasa lo que tenemos al lado. Para eso celebramos cumpleaños, aniversarios, cifras importantes. Lo cierto es que siempre estamos a la orilla del próximo momento de nuestras vidas y vale la pena recordarlo en días ordinarios, que nunca lo son.

Así que, hijo mío, alguna vez que leas esto para volver a conocer a tu madre, ¡feliz cumpleaños! Eres una belleza de persona, por dentro y por fuera y te amo, desde el primer momento que supe que te llevaba dentro, hasta que ya no pueda amar más.

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