Puedo sola

Hoy el niño dejó la mitad de las cosas que tenía que llevar al colegio. Igual voy, se las llevo, pero aún que no fuera así, lo haría. Es lo que me toca hacer hasta que se vayan. Y para eso no falta mucho. No sé qué me da más tristeza.

Yo creo que me toca ser la última línea de apoyo de mi gente. No la primera, porque si no, se vuelven inútiles. Pero sí que sepan que, al final, siempre estoy allí. Tal vez porque yo me hago sola mis cosas, tengo esa mentalidad. Y, aún así, agradezco cuando alguien me acompaña. Porque puedo, pero es rico saber que no tengo que batírmelas todas por mí misma.

Es una paradoja en el ser humano ese aislamiento natural que tenemos por el solo hecho de tener cerebros individuales y la necesidad de comunidad que desarrollamos al evolucionar. Somos todos piezas que subsisten por sí mismas, pero que encajan en un todo. Al contrario que Legos que sólo sirven juntos, los humanos valemos por nosotros mismos y nos complementamos con los demás. Por eso me gusta consentir a los míos. Y también tirarlos al agua. Tienen que aprender las dos cosas.

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