Organizada/Ordenada/Metódica

En la mañana, me tengo que poner las cosas en el mismo orden siempre, si no se me olvida más de algo. Cuando hago el maletín para la nata, siempre tengo que meter la ropa de la misma forma, porque suelo dejar algo. Hace un par de años fue el brassiere.

El orden obsesivo, ese que exige tenerlo todo formado y clasificado y medido, no es para mí. Lo mío es lo metódico, porque tengo el alma desordenada. O saco todos los ingredientes para las recetas antes de empezar, o no hago nada. Eso de toparme con que no tengo azúcar a media batida me puede enfermar.

La organización ayuda a promover la inventiva: permite liberar la mente de la necesidad de fijarse en detalles. Da espacio para no perder tiempo. Pero, si la organización se vuelve más importante que el producto, allí muere la inventiva. Por el otro lado, una pila de desorden es veneno para la sanidad mental. ¿Cómo poder pensar en medio de un chiquero?

Aunque mi tendencia siempre es a los extremos, procuro mantenerme en un «sano» intermedio: ni bomba atómica en mi casa, ni la ropa medida para colgarla. Pero ese puesto al filo me es difícil. El viernes pasado, sacando la ropa después del sauna, estaba muy feliz porque había llevado falda (tenía que hacer un par de mandados). Con satisfacción saqué el brassiere, ése ya no se me olvida. Blusa y zapatos después, me di cuenta que no llevaba calzón…

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