Libertad

Esa palabra tiene tantas connotaciones, sobre todo en ámbitos políticos, que ya la pobra ha de estar cansada. Pero he estado considerando la que es exclusivamente para dentro y ésta es fascinante.

Cuando crecemos, se supone que las personas que nos cuidan deben llenar nuestra «canasta de necesidades emocionales» y que, si esto no sucede, uno crece con hoyos. Tratamos de rellenar esos agujeros con cosas externas y esto es como un fix que se va muy fácil.

Entender que nada es personal es sencillo de aplicar en el trabajo, como cuando uno lleva negociaciones y es ecuánime. Pero que alguien que le interesa a uno no le ponga atención y se dispara toda esa bola de cosas negativas que acarrea uno desde la infancia.

Luego tiene uno relaciones de pareja y tiene que aprender a no depender del otro, pero tener conexión emocional, pero ser libre por dentro y sentir empatía. Me lleva la gran madre. ¡Si apenas estoy aprendiendo a llevarme bien conmigo!

La libertad, para con uno, da poder. El poder de ser vulnerable con la gente que uno quiere, sin requerir que el otro nos de validación. Entender que uno puede querer y ser dulce y cursi y melosa y que no es problema de uno cómo se recibe todo eso. Me siento muy lejos de eso.

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