Me pasa que hay gente que me cae como patada entre las cejas, sólo de verla. Bueno, de olerla, porque yo digo que «apesta». Y no tiene nada qué ver con su higiene personal. Es algo que percibo como un tufito de podrido a nivel de «vibras», si se quieren poner esotéricos.
Y no creo estar tan desencaminada. Las emociones y las intenciones y los pensamientos, todos pasan por nuestro cerebro, dejando a su paso una estela química que, de alguna forma, se tiene que manifestar. El amor (y la calentura), tienen su perfume natural, lleno de las feromonas que nos tumban. El miedo, hasta los perros lo sienten. El enojo huele amargo.
Yo no soy can, pero poseo un sentido del olfato privilegiado y alguna que otra habilidad de percepción. La gente con doble fondo, no huele bien. Deja una huella invisible que se puede reconocer. Hay una sonrisa torcida, un gesto desafiante, poco respeto de espacios personales. Y huelen feo.
Así, con esos ascos, me he librado de malas juntas. Mi marido sólo tiene que oírme decir que alguien apesta para tomar el camino contrario. Es bueno averiguar cómo cada uno puede reconocerlos.