¿Cuántas de las canciones que nos gustan hablan de amores no resueltos/perdidos/peleados? La poesía que más resuena es la que duele. Las películas románticas, si no terminan con muertos, se llaman «comedias». Hasta los cuentos de hadas: todo es conflicto y, cuando al fin están felices, decimos «fin». Pareciera que el combustible del arte es la tristeza. Por lo menos, el conflicto. ¡Qué hueva!
Por el otro lado, cuando en redes sociales encontramos gente que sólo dice cosas bonitas, que siempre parece estar feliz, la tachamos de falsa. Es más fácil encontrar con quién compartir las penas que alguien que brinde por los éxitos.
La realidad vive, como siempre, en algún punto medio entre necesitar alimentarse de tragedias para ser creativo y vivir en un mundo de fantasía donde todo es color morado (no me gusta el rosa). Es cierto que me es más fácil escribir cuando tengo una espina qué sacarme. Las veces que comparto mis sentimientos más suaves me han dicho que soy un poco cursi. No me importa. Si tuviera que esperar tener algo de qué quejarme para poder insipirarme, preferiría no volver a escribir y vivir feliz.
No vivimos ajenos al dolor, pero tampoco éste debería de motivarnos a compartirnos con los demás. Tal vez, si aprendiéramos a alegrarnos más con las alegrías de otros, escucharíamos más canciones felices, veríamos más películas de relaciones bonitas. Tal vez, los cuentos de hadas comenzarían con «después de muchas tribulaciones, ahora son felices y viven así…»
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