Es fácil ser amable con extraños

Nos pasamos teniendo conversaciones truncadas en redes sociales, mezcla de monólogos, exabruptos y preguntas que no llegan a crear intimidad real, pero la imitan bastante bien. Creemos que conocemos a los demás por lo que leemos en poco más de dos líneas al día, pero que nos mantenemos misteriosos. Preguntar por la tristeza de alguien que no pasa de nuestra pantalla es sencillo, no implica nada nuestro, ni siquiera la respuesta del otro. No tenemos qué interesarnos más allá de lo que puede darle una pequeña satisfacción a nuestra necesidad de ser «buenos».

Lo difícil es serlo con las personas que están en nuestras vidas. Porque allí las cosas no son rápidas, los problemas sí nos afectan y se requiere mucho más de nuestra atención y cariño que una simple pregunta.

La falta de compromiso en nuestro buenismo en redes sociales es liberador. Pero es un escape. El verdadero yo, el que entregamos porque queremos conectar con el otro, sólo se puede dar en el día a día y eso cansa.

Me toca trabajar en la empatía verdadera todos los días. Lo demás, no existe, es sólo un reflejo de un reflejo.

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