Entre los múltiples achaques que aparecen con la edad, está el del dolor de espalda. Tenía bastante tiempo de no sentirme como hoy: imposibilitada y con ganas de encontrar un rincón en dónde llorar a solas. Fui a que me hicieran terapia con inyecciones y copas de succión, porque algo tiene qué aflojar, pero salí con más molestias que antes. Es normal, manipularon el músculo trabado y se resintió antes de aflojar.
Es un poco como ir a terapia con la psicóloga: uno escarba esos rincones que esconden los momentos dolorosos de nuestro pasado para barrerlos, airearlos y eliminarlos. Pero el proceso duele primero, antes de aliviar.
El dolor sólo es un indicador de incomodidad. A veces sirve para no estar allí. Otras, para seguir adelante hasta que se elimina.
Lindo decirlo así, tratando de meterme al otro lado de la pantalla e ignorando el ardor que siento. Como si estuviera teniendo contracciones… Ya se irá. O no.
