¡Ay, qué pena!

Hoy en el súper, no había bolsas grandes en el área de verduras en todos los dispensadores. Sólo en uno. Uno de los muchachos que trabajan allí me llevó a donde estaban las deseadas bolsas. Allí había otra señora. Parada. Inmóvil. Como estaba frente a los bróculis Y las bolsas, le pregunté si ella también quería una bolsa. Me movió las comisuras de la boca hacia arriba y me dijo que no. «Que no tuviera pena.» A lo que yo procedí a halar el tanate de bolsas que uso para guardar la montaña de comida que inhalan en mi casa. Me tardé. Halé dos veces. Quise cortar la última bolsa. Se trabó. Tuve que hacer esfuerzos que no corresponden con lo frágil del material para separar mi tira de la del dispensador. Al fin, terminada la tarea, me alejé. Y la señora procedió a halar bolsas para ella…

Saber ser amable y educado abre muchísimas puertas. Pero no ser asertivo nos empuja a atravesar las que no queremos. Pocas veces nos encontramos con alguien que, con una sonrisa agradable, nos da las gracias pero siempre no quiere ir a lo que lo estamos invitando. No tengo ni idea de cuántos «amables» estarán clavados en clubes a los que nunca quisieron pertenecer. «Mire, esto que hizo está mal hecho, vuélvalo a hacer, por favor.» No. Preferimos tragarnos algo a medias antes de quedar mal. «No gracias, no quiero salir con usted, muy amable.» Pero terminamos con parejas a las que no supimos quitarnos de encima.

Ser claros, directos, se confunde con ser pesados y malcriados. Nada más lejos de ser cierto. Un «no» dado a tiempo ahorra desgastes emocionales y pérdidas de tiempo que no se pueden traer de nuevo.

Ni qué decir que la famosa señora de las bolsas se me quedó viendo con cara de «¡Qué jode!». La vi a los ojos y le dije: «¿Verdad que sí quería una?» y me alejé con mi tira.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.