Quien gana, pierde

Cuando uno juega un deporte, el chiste es ganar. Y, para que eso pase, alguien tiene que perder. Es lo que hay. Por eso no me gusta competir porque detesto perder.

Eso está bien, en un ambiente ficticio. Pero no sirve para las relaciones personales. Porque allí, si uno gana, ambos pierden. Difícil asimilarlo en el momento y más difícil parar el impulso de derrotar al otro.

La diferencia es que no vivo con los del otro equipo y sí con mi familia. Hay victorias que le hacen a uno perderlo todo. Y no se trata que ambos perdamos, sino que ambos ganemos. Ésa es la verdadera fuente de satisfacción.

Romper el ayuno

Tenía varios meses de no hacer mi ayuno largo. Había leído que no era bueno hacerlo tan seguido y me lo tomé muy en serio. Pero lo retomé y lo más sorprendente fue que no me estaba muriendo por romperlo.

Cuando uno se quita algo, a veces lo más complicado es cómo volver a meterlo en la rutina. Las privaciones son excelentes en su justa medida y es bueno salir de ellas. Poco se habla de la bondad de estar tranquilo y sin necesidades. Pero hasta de hacerse el fuerte se puede exagerar, porque, como siempre, los humanos lo llevamos todo al extremo dañino.

Rompí el ayuno comiendo normal. Y cuando lo vuelva a hacer, trataré que no me cueste regresar a la normalidad.

Un poco de necedad

La diferencia entre la perseverancia y la necedad es alcanzar el objetivo. La sabiduría consiste en identificar cuándo se puede.

Creo que no he aprendido bien a dejar ir lo que me importa de verdad y regreso a intentarlo como aquella ardilla de las caricaturas queriendo abrir un coco. Me sobra necedad, porque aún no llego a donde quiero, pero me alienta la esperanza de todo lo que ha conseguido mi perseverancia.

Tal vez sí hay cosas que vale la pena perseguir a toda costa. Y tal vez nunca aprenda a soltar lo que quiero.

Un domingo cualquiera

He pasado el domingo entero existiendo solamente. Es una sensación casi meditativa esta de no tener nada qué hacer ni lugar a dónde ir. El único destino la cocina y la única meta respirar. No es que no me guste la actividad de siempre, pero es una delicia salirse de ese corre-corre de vez en cuando.

Se nos olvida para qué hacemos lo que hacemos. Nos perdemos en el trajín. Claro que hay que ocuparse, nada peor que una vida desperdiciada. Y eso se debe combinar con el momento de pausa.

Hoy no hice nada. Mañana regreso a la rueda. Espero que sí avance.

Malas señas

Creo que me estoy enfermando. No quiero ni pensarlo mucho, porque no tengo tiempo para estar enferma.

He leído mucho acerca de cómo el cuerpo le pide a uno cosas, como cierta comida, o se enferma porque necesita descansar. Pero eso no siempre quiere decir que uno le entienda.

Voy a tratar de tomar agua y descansar. Hasta mañana, que vuelvo a tener mucho qué hacer.

La parte favorita

Lo que más me gusta de la paella es el arroz tostado. Todo lo demás me da un poco lo mismo. Pero para comer ese arroz, hay que pedir paella… o eso creía.

En todo lo que le pasa a uno puede haber algo bueno. Ya sea que lo veamos mucho después, o que lo busquemos en el momento. Es una pura cuestión de perspectiva, porque vaya si no encontramos lo feo en lo magnífico muy fácil. Nuestro cerebro está hecho para encontrar inconsistencias y defectos. Así nos fijábamos en las enfermedades y los peligros. Pero termina un amargado y criticón. Me gusta más pensar que podemos envejecer con el brillo de la maravilla en los ojos.

Hoy comí arroz de paella, sin paella. Porque me las ingenié para recrearlo. Es lo que más me gusta, lo tengo que poder hacer.

Es normal para mí

Uno cree que todo el mundo lleva una vida similar, porque ve gente en lugares comunes. Pero, aunque Tolstoi dijera que todas las familias felices se parecen, creo que se equivoca en los detalles. Dentro de cada hogar, las cosas se hacen de forma particular y probablemente única. Es lo que sucede del paso del tiempo en familia.

Todos tenemos cosas en común y, seguramente, las hacemos distinto. El resultado puede ser similar, pero el proceso varía y allí está la necesidad de adaptarse cuando uno tiene una relación. Las cosas no se hacen como se hacían en mi casa. Y eso no es malo, sólo es diferente.

Hoy hice las compras de principio de mes, ya tengo rutina, ya saben qué necesito y a dónde mandarme la factura. No conozco a nadie más que haga eso exactamente igual, pero seguro todos tenemos un orden de compras regulares. Creo que es más importante para el buen convivir centrarnos en lo que queremos alcanzar, y no en los detalles del cómo. Porque lo que para mí es normal, seguro para otra persona es completamente marciano.

Todo el tiempo que se necesita

Mis hijos son maravillosos. Educados, atentos, agradables… Pareciera que hubieran «nacido sabios». Porque el éxito de la noche a la mañana no demuestra todas las noches que uno ha pasado haciéndole ganas a la vida, a practicar, a estudiar, a educar… Por eso es que la gente se frustra cuando las cosas no les salen a la primera. Creen que a los demás sí.

La práctica de las cosas bien hechas es la que lleva a que salgan bien. Y que conste que hablamos de las cosas bien hechas. De nada sirve implementar una repetición de un mamarracho. Porque eso es lo que nos metemos con los hábitos, buenos y malos. Las cosas que repetimos son las que hacemos. Es que es lógico.

Así que hay que tener en cuenta que de todas formas le estamos metiendo tiempo a lo que hacemos: mejor fijarse en que nos sirva para lo que queremos.