El perro deja caer su juguete debajo del sillón donde no lo puede agarrar. Para que yo le ponga atención y se lo alcance. Ambos alegamos, me tardo en complacerlo, lo regaño, termino capitulando, juega un rato y… corre y va de nuevo.
Repetimos patrones que en agregado tal vez nos traen más frustración que satisfacción. Pero ese momento de felicidad es tan intenso, que repetimos. Puede ser bueno, como en el caso del ejercicio. O pésimo, como con una aducción. Tal vez lo importante es saber si uno está mejor al final.
Ya lo volvió a meter debajo del sillón. Trato de ignorarlo, pero tiene un ladrido de berrinche tan agudo, que, otra vez, me rindo. A ver cuánto le dura ahora.