Con mi mamá mirábamos los partidos de básket en su cuarto, bordando. Era una especie de compañía difusa. Bastante tiempo calladas, pláticas profundas y, ella vestidos, yo cuadros. Hasta hoy, no puedo ver tele sin hacer otra cosa, para desesperación de mi marido.
Algo de ermitaña me heredó mi madre, que ansío momentos a solas, como ahora que cocino el desayuno y le pedí a mi hija veinte minutos para mí. Luego ya los reúno y pasamos la mañana juntos.
Aprender a estar solo, a escucharse, me parece tan valioso como a estar en sociedad. Espero que mis hijos puedan.