Y aún me duele la mandíbula. Fue en el combate del examen de karate, contra un niño mil veces más rápido que yo, a quien ni vi venir.
No pasa nada. Pues. No pasó a más el asunto, aunque me cuesta masticar. Es parte tan esencial del deporte, que si no hubiera estado al menos consciente de que eso podía suceder, mejor me hubiera metido a clases de acuarela.
Las expectativas tienen una pésima reputación, pero creo que es porque las confundimos con consecuencias lógicas de lo que hacemos. Si tocamos un cuchillo con filo, la consecuencia lógica es que nos cortemos. Nuestra expectativa puede ser diferente, porque a la regla le agregamos la experiencia personal que modifica o pretende modificar qué resultado tiene dos más dos. Es difícil escaparse de las consecuencias y muy fácil crearse expectativas falsas.
Siempre queremos torcer el mundo a nuestro antojo, porque sólo lo podemos percibir desde nuestro punto de vista. Pero una patada a la cara que es probable que suceda, no nos la podemos quitar tan fácil como nuestro deseo podría ser. En mi caso, sabía que me iba a ir como en feria, pero igual asumí las consecuencias de mi decisión de deporte. Todo lo demás, eran meros deseos.