Palabras para otra persona

Todo lo que te escribí y olvidaste

los encargos de las compras

las travesuras de los niños

los mensajes de mediodía

los reclamos llenos de amor dolido

la tarjeta de cumpleaños

el poema de los viernes

los adioses y las bienvenidas

mi vida con la tuya,

todas fueron para otro tú

que las olvidó.

Dejar hacer

Hoy JM hizo el almuerzo. Algo que yo nunca hubiera cocinado t le quedó delicioso.

Cuando uno tiene hijos, al principio hay una diferencia abismal entre ambos, porque no se comparte ni la habilidad de hablar. Pero con el paso del tiempo, uno se va emparejando. Y se lo puede tomar a tragedia por el niño perdido o a orgullo por el adulto incipiente. Creo que hay un poco de ambos en juego.

Ver a mis hijos acercarse a mis vivencias es fascinante. Siempre habrá una brecha, pero no sólo porque no hayan hecho lo mismo que yo, sino porque yo no haré lo mismo que ellos. Lo mejor es compartir esas experiencias. Y que me hagan el almuerzo.

Falta de costumbre

Tengo mucho tiempo de no patinar, de no tocar flauta, de no montar caballo. Todas cosas que hice con frecuencia y ya no.

¿A dónde se van las costumbres que perdemos? ¿Se nos acumulan en una esquina de la mente esperando que las desempolvemos? ¿O se van ofendidas para no volver?

Todo lo que hice y ya no hago, lo tengo que volver a aprender. Tal vez queda la marca de la práctica, pero dudo que esté aún accesible el resultado.

El hambre

A mí todo me quita el hambre: la ansiedad, el enojo, la tristeza… Todas esas emociones que hacen que la gente se consuele con pan, a mí me da por lo contrario. Ahhh, pero estoy contenta y me inflo como globo.

Tenemos una relación especial con la comida. Ya no sólo es combustible, es entretenimiento, socialización, sustituto emocional. Y, al contrario de otros desórdenes o adicciones, no podemos dejar de comer del todo. A veces la evolución que hemos sufrido los humanos no es tan positiva…

Cuando estaban enfermos mis papás, llegué a pesar 108lbs. Espero nunca más volver a estar igual. Aunque me enoje engordarme por estar feliz.

Dulzura mesurada

Yo no soy una persona precisamente dulce. En el sentido de hablar en octavas altas y decir muchos cariños. Soy pesada y directa y ronca. Digamos que un gusto adquirido.

Los seres humanos, sobre todo las mujeres, desarrollamos una afinidad con los tonos más altos porque los bebés lloran en ese espectro. Es una cuestión de supervivencia, casi como todo. Pero nos hemos convertido en seres mucho más complejos que simples máquinas de hacer descendencia, y desarrollamos gustos que tal vez contravienen lo natural.

Hay un podcast, 99% Invisible, de Roman Mars, quien tiene el tono de voz grave más delicioso del mundo mundial. Roman podría leerme su declaración de impuestos y hacerme pedir que me leyera el de años anteriores. Nada qué ver con lo natural, evolutivo, procreativo. Espero que mi falta de dulzura, mi ser directa y mi tono de voz mucho más grave del resto de mujeres, no me excluya de la cadena de ser atractiva.