¿Te dolió?

Las emociones que sentimos alrededor de los demás tienen todo qué ver con nosotros y poco con lo que nos pasa, menos con lo que otra persona haga. La reacción primaria es sólo eso, un momento inicial en el que no tenemos control y que luego se desarrolla en nuestro interior. Lo que sentimos, generalmente, se alimenta de nuestras vivencias anteriores, de la cosmovisión que tenemos y de las creencias acerca de nosotros mismos que probablemente llevamos desde niños.

Ese dolor que nos aplasta porque la persona que queremos no nos quiere como nosotros queremos que lo haga, ni le quita fuerza al cariño, ni nos indica cómo se siente el otro. Sólo nos sirve de faro para entender en dónde está el agujero de autoestima que carcome nuestro interior. Es el ego lo que lastima. El poner en causas externas el motor de nuestra vida. En esperar cosas de los demás.

Yo vivo recordándome en dónde me falta y tratando de ocultarlo para no ser vulnerable. Lo cual me hace aún más propensa a salir lastimada si no obtengo lo que quiero. Cuarenta y tres años de vida no son suficientes para trascender eso y no creo que me basten otros cincuenta más. Pero sí puede tomarme un momento para respirar y hacerme dueña de las emociones que surgen, no dejarme aplastar por ellas.

Sí. Duele. Qué bueno. Allí hay que trabajar.

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