Operaron a la gata

Tengo dos años y pico de tener a mi gata negra. Es el animal más dulce que he tenido. En casa. En la veterinaria se portó como un demonio de 5 libras. Tenía que operarla desde hacía por lo menos un año. Y no lo había hecho.

Mi vida ha estado en suspenso desde lo que se siente como un siglo, pero ha sido casi tres años. Tres años se dicen fácil. Estar como libélula en ámbar esperando que el tiempo vuelva a correr, no tanto. Pero ya tengo casa casi terminada. Casi hay lámparas en todos los ambientes. La gata ya está operada. Y yo casi estoy bien.

A veces nuestras vidas tienen momentos de pausa. No son cómodos, pero son necesarios. Como osos hibernando. O, más bonito, crisálidas. Duele, porque implica una transformación profunda, quieta, callada. Hasta que uno sale, rompe, se abre. Y es una linda mariposa. O una gran polilla. Igual vuela.

He aprendido a dejar que las cosas tengan un proceso que yo no controlo. He aprendido a hacer lo que necesito, cuando estoy lista. Y he aprendido a que me pudre todo eso que he aprendido, pero que lo hago igual.

Tal vez después de operar (por fin) a la gata, ya hago el resto de cosas que. me faltan. El jardín por ejemplo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.