No quiero que me cuenten

Las precuelas, en general, son la forma fácil de subirse a una historia que ya tiene éxito. Casi nunca aportan algo nuevo y sirven poco para la trama que a uno le gusta. Digamos que tratan de llenar vacíos, pero no toman en cuenta que uno ya lo hizo. Y hasta mejor que lo que pueden presentar.

No sucede lo mismo con las personas, que son una fuente inagotable de historias por descubrir. Sobre todo los papás de uno. Tengamos en cuenta que son como una película que uno empieza a ver a medias y que llevan una trama que apenas se comienza a entender cerca del final. Es tan bonito sentarse a hablar con la gente de uno y pedirle que le cuenten las cosas que vivieron como personas separadas del papel que juegan con uno.

Yo no tengo el privilegio de hacerlo con mis padres. Pero sí tengo a los abuelos de mis hijos y cada vez que nos cuentan cosas, los entendemos mejor y me da una dimensión más clara de dónde vienen. Tal vez sí quiero enterarme de lo que ha pasado antes, pero sólo si llevo la historia a la mitad.

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