Lo clásico

Tengo ratos de querer regresar a los libros que me gustaron de chica. Tal vez no sean clásicos en su sentido estricto, pero definitivamente a mí, me marcaron como si lo fueran. Ese regreso a lo conocido, aún y cuando uno ya sabe quién fue el asesino y con quién se quedó la protagonista, nos permite revivir lo que sentimos cuando fuimos jóvenes y nos enseña cómo hemos cambiado. Una verdadera máquina del tiempo.

Plasmamos nuestras historias para la posteridad, primero porque creemos que lo que nos pasa es importante. Segundo, porque creemos que a nadie más le va a pasar. Y tercero, porque aunque no lo sea y a todo el mundo le suceda lo mismo, no queremos desaparecer de este mundo. Así que escribimos y pintamos y hacemos música y películas, todo con variantes de calidad y con una posteridad bastante efímera. Nada dura para siempre.

Releer la literatura que gustó en otros tiempos, además, me sirve de lección de qué era admisible en ese entonces, comparado al horror por lo inadecuado de hoy. Hay historias que no se pueden volver a contar, al menos no ahorita, y con eso, hemos perdido como humanidad. Porque no es que las cosas ya no sucedan. Es que ya no hablamos de ellas. ¿Y así cómo las vamos a denunciar? Mejor leer a los de antes. Prepararse para el después.

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