Gana la nostalgia

De pequeña, uno miraba en la tele lo que dieran. Eso incluía, prominentemente, Mazinger Z. La verdad, esa era mi caricatura favorita. La temática era diferente de un Candy insoportable, había humor y siempre, siempre, ganaban los buenos.

Tendemos a idealizar las cosas que nos gustaban de pequeños. El helado en el mismo plato que el papá. La magdalena que sólo le salía rica a la mamá. Una noche en la que salieron a ver una película.

Cada vez que revisamos esos recuerdos, les agregamos algo. Es imposible sólo observarlos. Como si cada uno fuera un cubo Rubik pero, siempre, tiene configuraciones correctas. Aún esos recuerdos que son el fundamento de nuestra propia naturaleza. Analizamos cómo éramos desde la perspectiva de cómo somos. Algunas veces esa revisión nos gusta y otras creemos que hemos vivido cosas que no son ciertas.

El tiempo es engañoso y el corazón no sabe que pasan años entre la vez que sintió algo y el momento en que lo recordamos. Por eso aún tenemos el olor de los brazos de la mamá y el sabor de la cerveza del papá.

La nostalgia gana, porque la hacemos presente siempre. Jugamos a vivir todo en el hoy. Como ahora que estoy en el cine viendo la película de Mazinger. Sigue gustándome y extraño mi juguete.

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