Bueno Mama, ahora sí no sé por dónde empezar. Este año ha pasado de todo y me cuesta creer que haya sido en el espacio de uno solo. Se siente como tres. Los niños comenzaron el cole con esa modalidad híbrida que era una tontería, sinceramente. Nunca estaba del todo segura qué día tocaba que se fueran, pero era mejor eso a que siguieran en casa. Sobre todo para Fátima. Siento que a JM no le fue tan mal en el encierro porque seguía hablando con sus cuates por Discord y cuando jugaban todos, pero Fátima no hizo eso y, lamentablemente, yo no soy compañía de ellos, ya me conoces.
Renuncié y sentí muy bien hacerlo. Saqué un postgrado en mediación de divorcios, Claudia me construyó la marca y ya tengo todo armado. Veremos cuándo comienza a andar el asunto, espero que pronto. Pero sí me entusiasma la idea de hacer eso durante el futuro. Es una bonita forma de volver a ejercer, trabajando para mí y a mi ritmo. No falta mucho para que los niños se vayan de casa y yo no quiero sentir que sin ellos yo ya no tengo propósito.
En mayo… ay Mama, en mayo tuvimos las dos emergencias con Fátima. La primera, en esos días que no encontraban qué tenía, sentí que se me iba la vida. Nunca determinaron por qué le dio la pancreatitis, pero al menos ella ya está como si nada. Lo único es que, en medio de la crisis y el discurso de que debe cuidarse mejor, bla-bla-bla, me pidió un perro para “motivarse”. Le dije que si al final del año estaba bien de su hc, que podíamos tener al chucho. Adivina con quién estoy acostada ahorita… La verdad es que está precioso y ya comenzamos a entrenarlo. Desde el Bartolo que no tenía tan cerca un perro y está chilero.
Me dio covid estando de viaje y no le hice mucho caso al asunto. Imagínate ir al fin al Brasil y quedarme encerrada por un poco de fiebre. Obvio no me fue tan mal.
En junio saqué mi segundo dan del karate y eso sí me costó. Tú sabes que no soy precisamente coordinada pero la perseverancia sí es lo mío. Allí salió el asunto. Espero sacar el tercero antes de cumplir 50 (aunque sea un mes antes).
En el segundo semestre los niños regresaron al colegio ya normal. No son los mejores de sus clases y yo no los jodo por las notas (sí, te estoy viendo feo), pero son felices con sus amigos y sacan las clases sin retrasadas. Hasta allí, me conformo. El Canche quiere irse a estudiar fuera y tal vez eso lo motive a sacar mejores notas…
Mario está bien, ya lo reconozco y eso es bonito. Trabaja sin parar y se mete a mil vainas, ya sabes. Se fue a Berlín a una conferencia y se la pasó alegre entre nerditos iguales a él. Está en una dieta muy rígida y perdió casi veinte libras. Claro que él hizo eso en mes y medio, mientras a mí me tomó años. La envidia que me da.
El Canche se fue seis semanas de intercambio y estuvo feliz. Se adaptó bien a estar fuera, se hizo buen amigo del otro niño de su edad en la casa y creo que hasta hizo exámenes en el colegio allá. Regresó taaan alto. Casi, casi alcanza a Mario. Me está costando un poco con él porque está asshole. No es malcriado, pero ya no es mi niño dulce. Entiendo que tiene que cortar el cordón, y yo lo dejo, pero sí me duele un poco. Al menos sé que es un buen muchacho, hemos tenido un par de pláticas muy profundas este año y espero que por allí se siga construyendo una buena relación a futuro. Le fascina el hip-hop aunque no tenga la melanina suficiente para esa música. Supongo que eso es mejor que el reguetón.
Con Fátima la relación mejoró inmensamente. La veo crecer tanto, está preciosa y se ve feliz. Está en ese limbo entre la niñez y otra cosa y me estoy disfrutando acompañarla. Le operamos la cicatriz de la cabeza y ya no se le mira. Eso nos emocionó mucho con Mario, porque era grande el pedazo sin pelo y no era el chiste que se le viera. Ni te cuento lo totalmente emocionada que está con Ares. Y sí está cumpliendo de atenderlo. Es una belleza esta niña, tan valiente, ya tan madura. Me sigue destrozando por dentro la angustia de lo que pueda pasarle. Lo del hospital este año me puso muy cerca la posibilidad de perderla. Qué horrible. Y no me queda nada más qué hacer que dejarla. Cómo me cuesta. Tan difícil no ahogarla en cuidados. Pero me aguanto y seguimos, porque es lo que hay.
Estoy en la radio ahora y te recuerdo tanto por tu costumbre de leer “hasta las orillas” de los periódicos. Tengo que enterarme, por primera vez en mi vida y es lo que pensé: interesante, pero dan ganas de ganarse la lotería y vivir en una isla. Razón tenía mi papá que “es un desastre”.
A ver si alguien está interesado en publicar mi novela… el ámbito es complicado y cuesta demasiado entrar. Es buena la novela, creo, pero deben haber chorrocientas otras “buenas”.
Yo estoy bien. Me acaban de preguntar cómo está mi cabeza y, la verdad, mejor que en mucho tiempo. Logré encontrar la fórmula para no ceder a la genética nuestra de engordar, Mama. Creo que te hubiera servido también a ti. Todavía tengo el impulso de llamarte con ciertas cosas… Este año no hice galletas, ni Stolen, ni nada. Prefirieron en casa no tener tentaciones y estoy de acuerdo con eso. Sí siento muy raro que no haya estado horneando todo el mes.
Termino dándome cuenta que no pasa nada de hacer cambios. Igual la vida no me ha dejado conservar la ilusión de quedarme igual. Es mejor abrazar lo que viene, todos los días.
Seguro tú ya sabes todo esto, pero te extraño tanto y siento que te puedo hablar así. Espero que te sientas orgullosa de mí, yo creo que estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo y eso está bien.
Te quiero miles y te mando un abrazo enorme. ¡Feliz cumpleaños Mama!