Escuchar

Cuando me pongo nerviosa hablo mucho y cuando estoy calmada también. Se me salen las palabras de la boca en torrentes sin dique si no me fijo y digo cosas muy divertidas de las cuales luego me arrepiento. O hablo para pensar. O tengo y doy opiniones que nadie me pide. Hablo. Es mi manera de sacar el embrollo, examinarlo y desenredarlo.

En cualquier relación, es importante dar y recibir para que la cosa sea pareja. Si el sube-y-baja sólo se inclina siempre de un lado, no hay diversión. Por eso, cuando uno tiende a hablar mucho, hay que aprender a escuchar más. Porque es chilero conocer al otro, dejarse contar lo que tienen dentro. Total, uno ya se conoce las historias propias. Más interesante escuchar las ajenas.

He aprendido a tener filtros, a cerrar la boca y a quedarme callada para compartir. No me es fácil, pero sí satisfactorio.

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