Nuestros hijos están siendo criados como cavernícolas. No tienen juegos de video, ni tablets (salvo el reader del niño), ni celulares y la tele tiene una ventana de media hora al día. Y no es que esté mejor que en otras casa que sí lo tienen. Es simplemente que así es en la casa donde les tocó crecer.
Yo crecí entre libros y «pen-pals» y teléfonos fijos y cenas en familia y una televisión en la casa. Entiendo perfectamente bien que la nostalgia es engañosa, pero tengo pocos parámetros de crianza de otra manera y, pues, creo que yo no salí tan mal.
Sin embargo, hay momentos para todo. Por ejemplo, ahora mismo que tenemos mucho tiempo para esperar, mi iPad es el último recurso de entretenimiento para mi pequeña de cinco años que aún no lee.
No pretendo dar ninguna lección de cómo educar niños. Apenas puedo con los míos. Sólo estoy terminando de pasar varios días con un par de pulgos que les gusta estar con sus viejos, que se entretuvieron de lo lindo solos y que no lloraron de aburrimiento por no tener sus jueguitos.
Lo cual no quiere decir que presiento que tendré que arrancarles de las manos las tablets a ambos cuando termine el tiempo de espera.