Los días martes no existen. Son un invento para no decir que hay un día peor que el lunes. Al menos en lunes uno puede estar de goma y tomar cerveza, pero si uno está así el martes, es porque tomó el lunes y ya tiene un problema. Los martes son esa esposa del tío lejano que nunca habla y que desocupa el espacio vacío que llevaba consigo cuando muere. Si los martes supieran a algo, sería a arroz blanco que sabe a agua, o sea, a nada.
Lleno los martes ahora de ropa qué lavar y deberes y lecturas, pero tardan en colmar las horas porque es difícil terminar algo que no existe. Podría cualquiera morir un martes y dejarlo todo para el día siguiente, porque nadie está listo para eso ese día.
Podríamos tratar de saltarlo, pero los vacíos chupan todo a su paso, así que igual caeríamos dentro de ese pozo. Lo único que vence al martes es la noche. O estar de viaje, lejos, donde los días cambian de nombre y entonces no importa cómo se llamen. Hoy que es martes, no sé si mañana también lo sea, pero espero que el miércoles se haga el valiente y lo conquiste. Tal vez el mismo martes se cansa de ser nada y se va a dormir, hasta la semana siguiente.