Hay habilidades naturales que son esenciales. Ningún talento, sólo la capacidad del cada ser humano de aplicarse a lo que hace. La perseverancia es mil veces más importante que la capacidad. Pero se nos escapa que esa característica también es susceptible de agrandarse.
Loa humanos tenemos el equivalente de un contenedor limitado de fuerza de voluntad que vamos usando durante el día. Una vez se acaba, es más difícil hacer lo difícil. Comemos mal, dejamos de hacer ejercicio, no nos aplicamos. Pero hay un truco perfecto para no usar esa dote de disciplina: no pensarlo. Suena el despertador, se levanta uno y ya. Es hora de hacer ejercicio, lo hace. La rutina, lo vuelvo a decir, sirve para no tener que usar la fuerza de voluntad.
Entrenar es mucho más importante que el talento. Y aprender a entrenar es de lo mejor que uno puede hacer. No es un defecto el no aplicarse, es sólo falta de experiencia. Y eso es fácil de adquirir.