De tanto escucharlos, los dichos dejan de tener sentido. Son como las sillas del comedor: nos sentamos tantas veces sobre ellas, que dejamos de verlas. Hasta que viene un invitado y nos dice algo. Las volvemos a ver. Y al rato las olvidamos de nuevo. Es el problema de la familiaridad, es cómoda, pero borra los detalles. Y ya sabemos quién se esconde en los detalles.
El dicho de “un viaje de mil pasos comienza con el primero”, suena tan conocido que no tiene sentido. Y tal vez es de las verdades más importantes de la vida. Porque no sólo es el evidente punto de que, para terminar un viaje hay que comenzarlo. Lo que me tiene dándole vueltas es que sólo se puede empezar desde donde uno está. Las circunstancias que tenemos son lo que son. O, como decimos en casa, es lo que hay. Tratar de estar en otro lado, sin aceptar lo actual, es negar la realidad. Todo se puede cambiar,’pero debemos saber qué y cómo.
El equilibrio entre ser pragmático y ser derrotista es el mismo que hay entre planificar y soñar. No tener en cuenta, ver con los ojos bien abiertos y pesar la realidad, nos pone en el plano de los castillos en el aire. Podrán ser muy bonitos, pero sirven de muy poco. Y, por eso, hay que revisar hasta lo que ya conocemos.