Buscar un regreso

Veo de nuevo Seinfeld, me río, a pesar de saber qué viene. Es buena, porque las conversaciones banales que tienen los personajes son profundamente humanas en su sentido más granular. Las inseguridades y mezquindades y gustos y defectos, las cuestiones tontas de la vida diaria que conforman la mayor parte de nuestra historia. Jerry le cuestiona a George por qué necesita que le devuelvan libros que ya leyó. Algo que es evidente para los que amamos nuestros libros: los leí, son míos. Respuesta que sirve perfectamente de argumento para lo contrario: ya los leíste ¿para qué los quieres?

Regresar a los lugares queridos nos aporta una especie de seguridad en la vida que tiene nada de certidumbre. Pedimos el plato que nos gusta en el restaurante de siempre, compramos el mismo vino, escuchamos la música de toda la vida, vamos a las mismas ciudades y, a veces, leemos de nuevo los libros que tenemos. Y es que ninguna de esas experiencias que repetimos son iguales a las anterior, por mucho que sean las mismas. Hay un reencuentro en el regreso y, en esa puesta a comparación entre lo de antes y lo de hoy, también hay un descubrimiento. Siempre somos distintos. Es más fácil reconocerlo contra cosas familiares.

Por eso se leen de nuevo los libros: para leerlos como nuevos.

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