Buscar Compañía

Las que hemos estado embarazadas sabemos que no hay conexión más cercana que la que se forma biológica, emocional y químicamente con esa persona que se lleva dentro. Hasta al nivel genético, el trayecto del óvulo fecundado a través de las trompas de falopio al útero transcurre en un intercambio de información. El resultado es que llevamos genes de nuestros hijos incrustados en nuestro adn, aunque sea a un nivel minúsculo. La experiencia nos transforma el cuerpo, la oxitocina nos recablea las neuronas y la experiencia nos da canas, arrugas y satisfacción.

Lo que no da la maternidad es compañía. Porque la relación entre padres e hijos no tiene ese propósito. Uno con los cuates bromea, tiene experiencias formativas en común, no moldea, corrige, forma. Que es lo que debería poder hacerse con los hijos, claro que con cariño, buen trato, pero nunca amistosidad.

Yo no puedo pelotear mis confusiones existenciales con mi niño de 7 años. Por lo menos no todavía. No sería justo para él. Tiene derecho a ser hijo y a escoger a sus cuates y que esos dos mundos estén separados.

Tuve una experiencia diferente con mi mamá, con resultados contradictorios y no del todo positivos. Fue hasta su muerte que yo sentí la necesidad de hacer amigas, y menos mal que lo pude hacer.

La cercanía no implica compañía y espero brindarles la suficiente independencia a mis hijos para que encuentren su propia tribu y además les guste regresar a mi casa. Porque, aunque no sean mis amigos, siempre serán parte de mí.

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