Hice gazpacho por primera vez y, como tampoco tengo mucha historia de comer gazpacho para compararlo, me quedó rico. Aprender a hacer cosas nuevas es fácil. Sobre todo si no hay expectativas. Cualquier cosa, por sí misma, tiene capacidad de ser buena. Es cuando comparamos que se pierde esa posibilidad.
Una de las máximas budistas más sencillas, pero más difíciles de seguir, es “tener mente de principiante”. Implica despojarse, entre otras cosas, de lo que esperamos de antemano en una situación. Aplica hasta para las relaciones. Si tuviéramos la capacidad de comenzar nuestras interacciones sobre una página en blanco y no llenas de los dibujos del pasado, la vista sería mucho más clara.
Cada cierto tiempo hay que regresar a lo básico. Hasta caminar lo termina haciendo uno torcido después de muchos años y vale la pena darnos cuenta en dónde podemos mejorar. Todo se puede volver a aprender.