En la casa siempre pasamos juntos los fines de semana. Somos un núcleo de cuatro súper unidos y no necesitamos meter más gente a la dinámica. Por lo menos no por ahora. Tenemos pequeñas tradiciones, como hablar de lo bueno de nuestros días, hacer «family meetings» semanales, ver la NFL cuando es temporada.
Las tradiciones, privadas y públicas, nos refuerzan una pertenencia a lugares y personas. Nada como comer siempre lo mismo en fechas especiales para atravesar el portal que nos mete en un sentimiento especial.
Lo divertido es que, por mucho que lo intentemos, hasta los rituales más viejos sufren transformaciones para seguir vigentes. Hacer algo repetitivamente sin conocer el sentido que le dio a luz, sólo garantiza la muerte de la magia inicial.
Las costumbres, convenciones sociales, instituciones, tradiciones, todo tiene que cambiar para conservar la esencia que cuidan. En nuestro caso en particular, lo que queremos es que los pulgos pasen felices sus fines de semana, que se sientan queridos y que sepan que somos una familia. Ahorita, eso lo logramos entre los cuatro. Probablemente en un futuro cercano, eso incluya amigos. Y, casi de cierto, después vendrán los agregados permanentes. Y también lograremos hacer tradiciones de eso.